Kevin carter, el «buitre del Bang»
| por Andrés Castaño |

Muchos habrán visto una de las imágenes más destacadas e impactantes de los últimos tiempos. Aquella trágica fotografía envuelta sin duda en la mayor de las desgracias. Una niña de escasos años, atrae su débil cuerpo sobre el asfalto árido y seco. Una niña de escasos años en posición de derrota sometiéndose a su presente. Un claro ejemplo de supervivencia o desgaste. La imagen podría pasar desapercibida, o expuesta como una de las muchas que retrata la cotidianidad tortuosa de los niños africanos; víctimas de hambre, inanición, malaria o leishmaniasis. Consecuencia de la desigualdad y complicidad por parte del gobierno y personas poderosas, peleándose el territorio para la exportación de minerales a países desarrollados. Pero no es así, lo que verdaderamente llama la atención, y causa un poderoso pavor, es el impacto brusco al detallar la fotografía. En ésta, un verdugo acecha tras ella, un verdugo esperando el último movimiento de la niña moribunda para pasar al ataque. El buitre observando, tranquilo, su instinto cazador hacia el futuro alimento, su próximo festín a pocos metros de donde se encuentra.
Todas las fotografías cuentan la historia en solo una imagen, así que la foto de la niña y el buitre en el sur de Sudán, recuenta sin duda lo ya relatado. Fue tanta la marca anímica para el fotógrafo y los medios de comunicación, que el 26 de mayo de 1993 fue publicada en uno de los portales periodísticos más importante del planeta –The New York Times- a pocos días de su publicación ya ocupaba la portada de cientos de periódicos en todo el mundo. En abril de 1994, le fue otorgado a su autor el premio Pulitzer, un reconocimiento de gran importancia al que puede aspirar un fotógrafo.
Pero devolvámonos en el tiempo, rebobinemos un poco atrás desde el “click” que obturó Kevin Carter, sí, Kevin Carter el gran protagonista del famoso ¡BANG BANG CLUB! Una propuesta única de cuatro foto-reporteros de guerra que rompieron todas las barreras que existe entre el miedo y la ceguera. Kevin Carter, acompañado por su líder y mejor amigo en estas travesías hacia lo oscuro de África, era Ken Oosterbroek, inigualable compañero, el más cuerdo del grupo, y reconocido en dos ocasiones como el mejor fotógrafo del año. Luego aparece un hombre nacido en Mozambique, pero criado la mayor parte de su vida en Johannesburgo, Joao da Silva; agresivo, arriesgado, tuvo la fortuna de formar parte del club sin tener demasiada experiencia. Y el cuarto bang como lo destacaron siempre por ser el último en ingresar al grupo, Greg Marinovich, famoso por ganar un Pulitzer en 1991, logrando una fotografía de la secuencia en la que un miembro del partido Ikhata, era linchado, primero acuchillado y luego lanzado al fuego. Marinovich expresó en una fotografía, el padecimiento de un pueblo de raza negra dividida en dos bandos, peleando a cabo por la misma miseria.
Para saber el porqué de este conflicto, tendríamos que empezar escribiendo sobre Apherteid, un movimiento político de segregación social, que se constituyó a través de una serie de leyes que prohibían entre otras cosas la mezcla de razas. Estas medidas acabaron dividiendo el país entre blancos, mestizos, indios y negros. No podía tener gran auge sin la presencia de los miembros Ikatha, movimiento Zulu. Grupo subversivo y revolucionario, fundador de una lucha infernal en donde el odio que había entre negros, se desenvolvió en muerte. Morían jóvenes y adultos incinerados, decapitados, muertos a hacha, piedra y machete. Todo el asunto que sumergía a Sudáfrica en la decadencia del humano, a la muerte de los principios y valores otorgados, a la vida como una deuda y no un derecho. Fueron las razones para establecer el ¡BANG BANG CLUB! su fundación en un principio fue poner cara a la rebelión, arriesgando sus vidas y exponiendo al mundo por medio de fotografías la barbarie de la guerra.
Todo el material recaudado directamente por el club era comprado por el New York Times, al ser uno de los sitios con mayor importancia en información global, poco a poco los miembros del Bang Bang fueron ganando fama y prestigio, de cómo personas arriesgadas cubrían hechos explosivos. Así comenzaría a distorsionarse la fama y personalidad de Kev Carter. Todos los sucesos sangrientos, entre asesinatos despiadados y niños llorando a sus familiares. El trajín del pueblo negro, degradado y segregado combatiendo por intereses ajenos a sus vidas. Los negocios e intereses de unos feudos que hacían de la guerra una estrategia para tomar el país y dejar a su alcance las millonarias ganancias de un continente, afectarían a Carter. Convivía en estado de frustración refiriéndose en ocasiones al odio y la vergüenza, que sentía al ser un hombre blanco, en un continente donde la mayoría eran de raza negra, y fotografiar personas negras asesinándose entre ellos. De ser un hombre gozando de privilegios y no ser parte derechamente de una guerra que no incluía a una parte de la sociedad sudafricana.
Los conflictos internos en Carter terminarían por aparecer a la luz: un hombre con una vida desordenada y problemas familiares, arrastraba desde años una difícil depresión, los episodios caóticos y las experiencias trágicas, lo fueron convirtiendo en una persona difícil de llevar en los últimos años de vida. El consumo de la “whitepippe” una mezcla entre marihuana y metacualona lo alejaban de la realidad, y los problemas laborales y familiares pasarían en su vida con tanto contraste, que todos sus amigos y conocidos se daban cuenta del estado y abandono de Carter.
Por problemas con las drogas fue expulsado de la revista –Johannesbur Star-, ya no participaba de lleno con el ¡BANG BANG CLUB! retirándose por un tiempo de las fotos reportaje. En esos momentos sintió que la única oportunidad que tenía para recuperar su estándar como Fotógrafo era viajar junto a Joao da Silva a Sudán. Ambos se fueron para realizar un proyecto periodístico y cubrir los aprietos internos del país en estos años, (1992 -1993) Ken Oosterbroek y Greg Marinovic cubrieron sus gastos hasta Sudán. Ya en este país, viajaron hasta Ayud, un viaje de mil kilómetros al sur lejos de la civilización. Al llegar, encontraron niños desnutridos, afectados por el gusano de guinea y sobre todas las cosas por el hambre. Joao y Kevin se separan por un instante y recorren en solitario algunos lugares desbastados y desolados. Niños defecando en las carreteras polvorientas, esqueléticos cuerpos moribundos, un humilde centro de ayuda internacional en donde trataban de hacer lo posible para calmar la sed, y tratar las enfermedades. Es, en ese instante donde Carter logra la imagen que se convertiría en historia, destapando al mundo la verdad de los niños muriendo en África por la pobreza y la orfandad.
Comenta da Silva que el día en que Carter consiguió la foto, lo encontró después abatido, era un Kev confuso, estaba llorando y en medio de una crisis nerviosa relató lo que había tenido que vivir. Comentó, que después de haber logrado la imagen que quería plasmar, había espantado al buitre del lado de la niña, pero no podía darse una idea clara de lo que había ocurrido. tardó unos veinte minutos en recomponerse de la situación. El suceso y la fotografía marcaría para el resto de su vida una especie de maldición personal y mediática, pese a la revolución y el claro mensaje de la catástrofe humanitaria en Sudan. El “boom” periodístico y la crítica en los medios de comunicación, no tardarían en hacer eco de la situación. Kevin Carter se convertiría de expositor sobre un gris panorama existente, a un verdugo y cruel ser humano. ¿Como era posible que Kevin Carter no ayudara a la niña?
A pesar de aclarar en varias entrevistas, que el campamento de la tribu estaba a unos 20 metros del lugar en donde estaba la niña y ella esperaba su ración de comida. La justificación no bastó para crear una frase propagandista y demoledora. “EL VERDADERO BUITRE ES KEVIN CARTER”
El 18 de abril de 1994, seis días después de recibir el Pulitzer, el más importante de su carrera, muere Ken Oosterbroeck, mientras cubría una acción militar contra rebeldes en el barrio Thozoka, situado al sur de Johannesburgo, uno de los sitios más peligrosos de la ciudad. Oosterbroek fue impactado por una bala causándole una herida mortal. En ese mismo lugar de la tragedia también resultaría herido Greg Marinovich, recuperándose a los pocos días.
Al enterarse de la noticia, Carter, no salía de su asombro sintiendo una gran culpa, por el desastroso episodio, murmurando que él debería de haber estado en ese lugar con Ken, su mejor amigo, en lugar de estar dando entrevistas vacías en todos los medios, por el “afortunado” premio. La muerte de Ken sumado con las críticas por la ya conocida fotografía, los problemas personales y sus demonios internos los cuales buscaba superar fue el declive de uno de los mejores fotógrafos de guerra del mundo.
El 24 de julio de 1994, después de regresar de Mozambique, y haber olvidado todo el material de trabajo en el avión sin nunca poder recuperarlo, Kevin Carter se quita la vida aspirando monóxido de carbono mediante una manguera pegada con cinta aislante al tubo de escape de su camioneta. Murió de intoxicación con monóxido de carbono a los 33 años. A su lado encontrarían una nota, o última carta donde explicaba el porqué de su decisión definitiva que apagaría su vida.
“Estoy deprimido, sin dinero, sin teléfono, sin dinero para el alquiler, dinero para la manutención de los hijos, dinero para las deudas, ¡dinero! Estoy atormentado por los recuerdos vividos de los asesinatos, los cadáveres, y la ira y el dolor. Del morir de hambre, o los niños heridos, de los locos del gatillo fácil a menudo de la policía, de los asesinos verdugos…He ido a unirme con Ken si tengo suerte”