A 50 años del devastador tornado de San Justo
El 10 de enero de 1973 es una fecha que la ciudad nunca olvidará. A medio siglo de un evento que la marcó para siempre.
Por Gustavo Ocampo y José Zenclussen
Este martes se cumplen 50 años del peor tornado que no sólo el país, sino también Sudamérica recuerde. Aquellas horas de la tarde del 10 de enero de 1973, marcaron un antes y un después para muchas familias de la ciudad de San Justo.
Un fenómeno de Categoría EF5 dejó en su paso por el oeste de la ciudad, destrucción, muerte y en muchos sobrevivientes sensaciones, imágenes y recuerdos que nunca olvidarán. Muchos no volvieron a vivir al barrio, incluso algunos se fueron de la ciudad.
En el marco de un nuevo aniversario, los sobrevivientes del tornado hablan sobre sus sensaciones, anécdotas y la lucha de las familias afectadas por salir adelante. San Justo logró reconvertirse, dejar atrás la tragedia y consolidar su pujanza en la región.
Recuerdo imborrable
“La mañana fue muy calurosa, y con viento norte, cayeron unas gotas a media mañana, pero estaba muy húmedo, el día era muy sofocante. Enseguida se formó la tormenta en el sector oeste, impresionante los colores que tenía y en pocos minutos llegó el tornado. Empezaron siendo papeles y luego eran vacas volando. No entendía que era eso”, recordó Esther Chazarreta.
En esos 7 eternos minutos que duró el fenómeno Esther aseguró que el viento los desparramó a todos.
“Acá se cayó todo, mi marido quedó atrapado en una parte de la casa, yo y mi hija María Alejandra que en ese momento tenía 9 meses, en otro sector y la abuela quedó en la pieza con Mónica (de tres años en ese momento). Nos tuvieron que sacar, yo gritaba y mi marido también, pero la abuela y Mónica no. Escuchaba chicharras en todo ese momento hasta que nos sacaron. La gente de la municipalidad nos llevó para el sanatorio. Había muchos heridos, chicos muertos por todos lados, sangre en el piso. Gente que venía a ayudar. El doctor tuvo que sacarme vidrios y otras cosas que se me habían incrustado en la pierna. Pasamos la noche velando a mi hija en la oscuridad. Un calor sofocante”.
“El fenómeno extraordinario solo afecto una parte de la ciudad”, señaló Chazarreta y agrego “los vecinos del centro no se habían enterado”.
“Nos perdimos, estábamos en el sanatorio todos apretados. Me prestaron ropa, tenía cinco vestidos puestos, habíamos quedados desnudos. Mis hermanos que estaban en el campo llegaron al poco tiempo con ropa y elementos para las chicas. No quedó nada. Era tierra arada. Cuando sepultamos a la nena al día siguiente, era un carruaje fúnebre atrás del otro. Nos llevamos la peor parte, todos conocidos los que fallecieron. Hoy todavía no sé por qué ocurrió este fenómeno natural aquí en San Justo”.
Para Ismael y Mirta Valcart, aquel miércoles no se lo olvidarán jamás.
“Las nubes parecía que bajaban, hacía mucho calor y los pájaros se guardaban bajo los techos. Mi mamá siempre decía que eso era mala señal, a las 13.50 escucho un ruido y lo levante de la habitación a mi hijo, me asomo y veo que viene el tronco de un árbol. Al segundo empezó a levantarse el techo, y mientras cerraba las puertas y ventanas, empiezo a gritar porque nos lleva todo. No terminé de decir la frase y el tornado me arrastró, terminé en una farmacia con toda la cabeza cortada”, contó Ismael.
Para Mirta los problemas recién comenzaban. “Todavía soplaba el viento fuerte y la lluvia, y salí de mi casa desorientada. Pensé que iba hacia el este y cuando me di cuenta llegué a la ruta. En una cuneta tirada encuentro a mi cuñada con su hijita de un año y medio. Ellos vivían a 50 metros de casa. Con un brazo no lo soltaba a mi hijo y con otro brazo la tome a mi cuñada y cruzamos la ruta, del otro lado no había pasado nada. Una vecina nos retaba, diciéndonos cómo íbamos a ser tan imprudentes de ir a la pileta con esta tormenta. Ella pensó que habíamos ido al club, no le podíamos hacer entender lo que había ocurrido”.
En ese momento Mirta afirmó que para ella su marido había fallecido. “Pensé que la loza lo había aplastado, pero mi hijo me dijo papito voló”.
Ismael cuando recuperó el conocimiento se encontraba en el epicentro del desastre. “Había de todo a mi alrededor cuando estaba en el ojo del tornado: carros, vacas, tractores, me tape los ojos y le pedí a Dios que me baje. Sentía golpes por todo el cuerpo. Cuando me recuperé volví a buscar a mi familia, pero eran todos escombros. Unos amigos me llevaron al sanatorio, y la primera ambulancia que llegó desde Santa Fe me cargó y me envió a la capital provincial como herido grave”.
Un pueblo solidario
Nora Cuesta, contó a Mirador que en los primeros minutos que pasaron tras el paso del tornado salió en busca de sus sobrinos que habían ido al club Sanjustino.
“Si bien no fui damnificada me compenetré con lo que había pasado, era necesario. San Justo tenía un sólo médico en el sanatorio (luego llegaron estudiantes de medicina a ayudar). Cuando vine a buscar a mis sobrinos no pudimos avanzar más, por ello empezamos a cargar gente en el auto y llevarlas al sanatorio. Nunca había visto algo así. Me quedé en el sanatorio para ayudar al médico dado que la cantidad de gente que ingresaba era muy grande”.
Nora agregó que el médico pidió que lavaran a la gente, que llegaba muy sucia, con barro y además tenía incrustada cosas en sus cuerpos. “Todo era un caos. Empezaron a improvisar ambulancias en las camionetas donde colocaban colchones y los llevaban al centro de salud. Nunca me voy a olvidar de una señora que vive a la vuelta de mi casa, que el tornado le afectó los brazos, estaban destruidos. La tenían que bajar en una sillita”.
A los pocos minutos del tornado, la sensibilidad de la ciudad de San Justo se puso de manifiesto en las acciones solidarias que ocurrieron.
“Sentí que me necesitaban ahí y me quedé en el sanatorio. Aprendí a poner el hilo para conocer a los heridos. El estado en el que estaban las personas no me voy lo voy a olvidar nunca. Nunca vi algo igual, tanta gente herida. Esto fue terrible me impacto mucho, ver llegar a los familiares al sanatorio con fotos buscando a sus padres, hermanos, etc”.
Cuesta destacó que el tornado fue un día, pero luego la problemática siguió.
“Pero empezaron a llegar las donaciones. Un vecino puso a disposición del municipio un galpón. Todo San Justo que no estaba afectado fue a dar una mano a clasificar la ropa, zapatillas, alimentos, todo lo que iba llegando. Hubo gente que quedó sin nada. En mi casa se instaló un médico psiquiatra que vivía y atendía a los vecinos. Fueron tres meses de trabajo solidario muy grande. Acá hay un barrio que se llama Palito Ortega. Él hizo un recital en Rosario, y fuimos con el intendente y el secretario y trajimos el dinero que se había recaudado en ese momento”.