Una leyenda que sigue corriendo
Mario Oviedo es el primer maratonista de la localidad de Centeno, ha participado en más de 20 maratones olímpicas a lo largo y ancho del país, también en países vecinos como Uruguay y Chile. Apasionado del deporte, la naturaleza y la espiritualidad, redondea su perfil multifacético como miembro del Coro Vocacional Centeno y como pintor aficionado de paisajes y fases lunares. Este año celebra su 40° aniversario como atleta.
Por Mauge Piombetti
– Esto es un paraíso, Mario.
Esas palabras bastaron para que aquel hombre de apariencia esquiva, huraña, despliegue una enorme sonrisa y con ello se hiciera trizas el temor de encontrar a un sujeto infranqueable.
El paraíso en cuestión es su jardín, que ya desde la calle se deja vislumbrar imponente e irrumpe con todo su fresco verdor en el mismo movimiento en que Mario abre el portón y aparece a puros brincos de recelo su perra Isa. Mario ya perdió la cuenta de la cantidad de especies que habitan y dan forma a su patio. Podrían ser miles, puestas una al lado de la otra, con la armonía y milimétrica precisión de quien sabe, no sólo de plantas -el parquizado es su sustento desde mediados de los noventa-, sino más bien de quien sabe proceder con paciencia, aquel que espera estoico las bondades del paso del tiempo. Este oasis rodea, también esconde -tan bien- su casa, en un pueblito de tres mil y un puñadito más de habitantes y pocos, muy pocos árboles.
– Cuando salgo al pueblo no veo la hora de volver a mi casa –
En ese pueblo, al que él le tiene un profundo cariño -y aún así del que intenta escapar presuroso-, todos conocen a Mario. Las distintas generaciones lo han visto pasar, corriendo por los campos, por las calles o la ruta 34. Con sol, con lluvia, con frío y calor, también los días ventosos.
Sea de día o de noche, ¿quién no ha visto a Mario trotar?
El noveno hijo del matrimonio de Epifanio Oviedo y Eusebia Cabral desde chico supo que quería ser “famoso”. Las comillas fueron puestas por él en el relato oral. No podría esperarse menos de un niño nacido el 15 de agosto, con el sol en Leo y sus lenguas de fuego destellando en los ojos.
Comenzó practicando natación y tenis, en la época en que Guillermo Vilas iba haciendo historia. Luego de una pausa tras el servicio militar obligatorio y ya de regreso en su tierra natal, en 1984 comenzó a frecuentar el Parque Comunal, es ahí donde le va a agarrar el gustito a trotar. Al sentir que tenía condiciones se acercó, en busca de consejos, a María Elena Boffelli y Miguel Kovacevich, quienes en sus épocas de estudiantes universitarios habían experimentado la competición en torneos de pista en la ciudad de Rosario. Ellos lo orientaron, le enseñaron postura, cómo correr, cómo respirar, y fundamentalmente cómo participar en alguna carrera. Así empezó a alternar su rutina de trabajo, junto a su padre en el campamento de ladrillos de barro, con sus rutinas de entrenamiento.
La primera competencia en la que participó fue el Triatlón organizado en celebración de los 20 años de Radio LT23, de Monje a San Jenaro Norte, el 2 de diciembre de 1984. Quince días después, corre su primer maratón en El Trébol.
Él dice que el cielo bautizó su debut en una jornada lluviosa. También pudo haber sido su pena, las lágrimas de ese niño mimado que no iba a poder ver a su madre esperarlo en la llegada. Eusebia, su mamá, murió inesperadamente tres meses antes de que Mario participara en su primera carrera, lo que lo sumió en una profunda depresión. Gracias a la terapia fue asimilando que la vida es un instante, que el ser humano está de paso. Se apoyó en la fe y, sobre todo, el correr fue su desahogo:
– El atletismo, la maratón, fue lo que ocupó un poco el vacío que mi madre me dejó – se confiesa.
En el año 1985 el Club Defensores de Centeno comenzó a organizar maratones en la localidad, algo inédito para la zona. Mario se encargaba de recorrer negocio por negocio en busca de adhesiones y la mutual del club comenzó a sponsorearlo. De aquellos eventos participaban más de 150 corredores de distintos puntos de la provincia. Mario comenzó a entretejer una red de amigos que supo sostener y acrecentar a lo largo del tiempo. Fueron muchas las veces que su patio se llenó de gente, que entre la frondosa vegetación se extendieron tablones, sillas y alguna que otra tienda de acampar. No caben dudas de que para él, eso es una de las cosas más bellas de la vida:
-Lo lindo son los vínculos, las amistades que uno se va haciendo – dice conmovido.
Hoy en día, gracias a las redes sociales, está en permanente contacto con esa comunidad, se van avisando con tiempo sobre las distintas fechas -si bien muchas son fijas a lo largo de los años-, y se organizan, principalmente para reencontrarse, pero también para compartir gastos en esta época que todo parece costar más.
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Uno de esos niños testigos, que vió a Mario correr es Emiliano Pellegrini -hoy artista de la localidad-, quien viene realizando murales que ilustran personalidades destacadas del pueblo.
– Es una persona popular en Centeno, por lo que hace y las ganas que le pone. Me pareció bueno incluirlo en el proyecto porque es un ejemplo de persona y de los valores que genera el deporte – comenta sobre Mario y su trabajo.
Otro niño que lo vio correr fue Ezequiel Ponce, quien cuenta que a sus cinco, seis años, veía a Mario entrenar cerca de su casa, en el acceso al pueblo. Iban a verlo y de a tramos corrían acompañándolo.
-Cuando había maratón era ir a esperar a que pase para alentarlo – recuerda.
Tanto Mario como él evocan con mucha ternura esas vivencias. En el año 2023, se dieron el gusto de correr un duatlón juntos, Mario hizo la parte pedestre, que son 5 kilómetros corriendo y Ezequiel corrió los 20 kilómetros en bicicleta.
– Lo que sinceramente me genera es admiración e inspiración, porque es un tipo que es perseverancia, disciplina. Para mí es el referente más grande que tenemos a nivel deportivo en Centeno – agrega Ezequiel, integrante de MTB, grupo de cicloturismo de la localidad.
Mario se lamenta no haber podido sembrar más semillas, que en 40 años no sean muchos los que se hayan acercado a preguntarle ¿Qué es correr? ¿Cómo se corre? ¿Yo podría hacerlo? Respuesta que él daría más tarde sin dudar:
– El ser humano necesita estar en movimiento. Todos podemos correr y nunca es tarde para empezar. Después el tipo de entrenamiento va a depender de cuáles sean los objetivos.
Constancia y disciplina. Esas son las dos palabras que definen su vida ligada al deporte.
A los 23 años se volcó de lleno al entrenamiento diario. Él lo define como una locura, “una sana locura”, aclara mientras se ríe.
– Entrenar te cambia el día a día, hace que fluya una energía que transforma y te desconecta de los problemas de la vida cotidiana, te oxigena las neuronas, te desintoxica, reafirma.
Para objetivos específicos como las maratones olímpicas, que son 42 kilómetros, hacía un promedio de 80 kilómetros semanales. Los domingos los destinaba a lo que, dentro de la jerga, llaman fondos largos y consiste en correr largas distancias a una velocidad constante, permitiéndole entrenar la resistencia. Se mentalizaba en correr de 25 a 30 kilómetros en esas prácticas, incluso llegó a entrenar 36 kilómetros en ruta. Afirma que para correr distancias como la de las maratones olímpicas se necesita estar preparado un 50% en la parte física y otro 50% en la parte psíquica:
– Si a la mente no la preparás durante el entrenamiento es muy difícil lograr correr un 42. Después de los 30 kilómetros es cuando la mente empieza a flaquear y aparece lo que se conoce como ‘barrera del espejo’. Después de los 30, 35 kilómetros no sabés qué hacer. No sabés si tenés hambre, si tenés sed, si querés seguir o abandonar.
A fines de la década del 80 se publicó el libro Autoentrenamiento para corredores de Allan Lawrence y Mark Scheid, pronto sus copias llegaron a manos de Mario y él lo transformó en su manual de cabecera. Los planes de entrenamiento que proponían le fueron de gran ayuda, especialmente las técnicas para poder entrenar a la mente.
– Dentro de los tips para estimularse solo, proponían el de representarse los objetivos, visualizarse en la maratón, en la llegada, ver a la gente que aplaude, que te colocan la medalla olímpica. Darse manija con un ‘dale que vos podés’, hablar con uno mismo – resalta, y agrega: “Es un deporte que depende íntegramente de vos”.
En los entrenamientos trata de emular las condiciones climáticas y geográficas de la carrera en la que se va a presentar. Tiene que estar preparado para correr con frío, con lluvia, con sol, con mucho calor, con viento, con humedad, en altura. Ya sea a la mañana temprano o a la noche. Debe conocer todos los escenarios posibles, puesto que las carreras de calle no se suspenden por las inclemencias meteorológicas, en todo caso se espera que pase la tormenta y se larga más tarde.
Cuenta una anécdota con la que se estalla de risa, una tarde corriendo al costado de la ruta 34 en dirección a Las Bandurrias, lo agarró en medio del camino una tormenta plagada de, según él, “rayos y centellas”. Los autos que pasaban le tocaban bocina, él le indicaba con señas que todo estaba bien y los ocupantes de los autos le devolvían, también con señas, un “estás loco”. Pero Mario no estaba loco, estaba convencido que las suelas de goma de sus zapatillas lo aislaban de las descargas eléctricas. Ese hombre es un convencido de que correr lo mantiene a salvo.
Un par de años después de sus inicios va a incorporar a su rutina de entrenamiento el gimnasio con ejercicios de fuerza, disciplina que practica hasta el día de hoy algunas veces a la semana en el multigym de su casa. En cuanto a la salud, se hace chequeos médicos anuales, e insiste en que la clave de tener un cuerpo sano está en dejar de pisar el acelerador, meditar, y también, llevar una alimentación saludable, preventiva, sin restringir ningún tipo de alimento pero haciéndolo de forma variada y equilibrada.
Este cultivador nato, así como cuida de parques y jardines, de sus amistades y la familia, con el mismo empeño cultiva su interior. Da cuenta de estar muy informado y, en una misma conversación, analiza con profundidad y sabiduría temas de actualidad, música y espiritualidad.
– Hay un ser divino, un ser supremo. Hay una única religión universal: no tiene nombre – sostiene, al mismo tiempo que asegura meditar mucho.
En Capilla del Monte, además de participar de competencias en el Cerro Uritorco, hizo un curso de Metafísica, y otro de Telepatía cósmica en Rosario. Cree en el fenómeno ovni y las energías positivas. Con los años desarrolló una filosofía de vida despojada de lo material.
– Lo material no me atrapa, no me absorbe – y agrega, – yo soy un tipo positivo en todos los aspectos. No siento que me pase el tiempo. No me pesa el tiempo, la edad está, pero yo la dejo ahí a un costado – asevera este hombre de 63 años.
Su anhelo es jubilarse para así dedicarle sólo medio día a la jardinería y poder tener tiempo para estar en eventos nacionales e internacionales, como los mundiales para veteranos que se realizan cada tres años. Ya no entrena todos los días porque no tiene un objetivo claro y después de tantos años tampoco lo necesita, con tres veces por semana asegura estar óptimo. Su trabajo -agarrar la pala, cortar el pasto, subirse a los árboles- le ayuda a mantenerse activo.
– Que Dios me dé larga vida, y cuando me lleve de este mundo, que me lleve corriendo si es posible -, reza Mario.
Éste hombre hace pensar que cuanto más lejos se corre, más descubre uno el jardín florido dentro de sí.