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Cuando las vías tienen memoria: El legado de Carlos Gómez

Tenemos la vieja costumbre de no invertir en nosotros, en nuestra historia. Invertir con el corazón es defender el legado enorme de un trabajador de los rieles: el Museo Ferroviario «De la Esperanza».

Por Chino Zanello

Carlitos ponía pausa en medio de las tardes otoñales, cuándo el sol era todo un disfrute en el andén de la vieja estación. Tomaba un mate bien amargo, levantaba sus ojos en paralelo con su voz. Entonces declamaba. «Si volviera a nacer, no te quepa la menor duda, sería ferroviario». Después guiaba sus palabras para poner el alma en nombres y apellidos. Hablaba de Perón, de Evita, de Raúl Scalabrini Ortiz.

Solía pasar muchas horas en la estación durante sus francos y fines de semana. Siempre lo entendió al andén como un verdadero espacio público. Relataba con mucho placer como en cada pueblo resultaba un atractivo el darse una vueltita a ver quién llegaba y quién partía del pago. Sus relatos emocionaban hasta a las personas menos sensibles. Fanático de River y del chamamé. Era un gran observador de lo popular, un apasionado por hitos de la historia, de los rieles y vagones.

«Siempre fue toda una identificación ser ferroviario y a mí me gusta darle esos relatos a la gente, porque así es como acercamos la memoria del mejor medio de transporte a los más jóvenes» era su respuesta a tanta pasión. Eligió esa bandera y nunca aflojó en la esperanza. Ahí radicó la coherencia de un laburante, un peronista que nos dejó un 1° de marzo de 2021, el día en que se conmemora la Nacionalización de los Ferrocarriles, traspasados al Estado Argentino.

Nació en el Día de la Música

Gómez era un tipo simple. Venía de pagos del norte santafesino, donde una torta asada y un mate cocido después de jugar; se transformaban en todo un acontecimiento. Golondrina y Kilómetro 187 fueron el paraíso imborrable de su niñez y adolescencia. Cuándo hablaba de sus pagos, aludía a la patria, a un mundo sencillo donde alguna vez hubo esencia, sustancia y felicidad. En los ’80,junto a su compañera Miryan Rueda llegaron a Cañada Rosquín. Con el tiempo, Myrian se transformó en una locutora de lujo en la Radio Circuito Cerrado. Acá crecieron en hijas, hijo, nietas y bisnieta.

«Sabés que no cambiaría nada de mi vida. Ser ferroviario, estar juntos y tener la misma familia que logramos» le confesó una vez a su pareja. Amó a Cañada y decidió en este suelo fundar el Museo Ferroviario de la Esperanza. A puro pulmón y garra, el «Jefe» de la estación cumplió un sueño.

El sueño del Museo de La Esperanza

El museo atesoró identidad ferroviaria a borbotones. Logró captar la esencia de elementos, documentos, vestuario; que revelan la identidad de nuestro país, de las familias de tantos trabajadores y del más espantoso neoliberlismo que destruyó la dinámica socio-cultural y económica del país con la privatización de los ferrocarriles.

Le fascinaba estar en su museo y responder las preguntas de visitantes o delegaciones escolares. A todo le agregaba el plus de su simpleza. En este punto, supo reunir a compañeros de distintos ramales, «amigos del ferrocarril», que no se limitaban a recordar el pasado sino a pensar en una recuperación de locomotoras y vagones.

Vinieron años de olvido y deterioro para este exponente histórico. Dentro de esa realidad, todo el accionar humano de la familia de Carlos Gómez estuvo siempre a favor de la preservación del espacio. En tanto, nunca se entendió desde los gobiernos que por su valor patrimonial, del «Museo Ferroviario De la Esperanza» debía ser preservado.

Carlitos escuchó con respeto todas las promesas de gobiernos locales, regionales y referentes provinciales. Nunca llegó nada. Sí el compromiso de vecinos y vecinas que demostraron acciones imprescindibles para el mantenimiento del espacio cultural. El tiempo de espera de recursos se estiró indefinidamente y hoy el museo languidece. El tiempo del deterioro acecha al lugar histórico por excelencia del pueblo. La memoria de las vías pide a gritos la preservación y reacondicionamiento del museo de Carlitos.

En referencia a este tema y en el presente, se vislumbra una intervención de la Comisión Comunal que encabeza Ulises Puntonet. Hay palabra empeñada en comenzar con los trabajos de restauración y mejoras en próximas semanas. «Sin lugar a dudas que tiene que restaurarse” afirma el presidente Comunal respecto al espacio histórico que “hace a la identidad de Cañada Rosquín y enriquece el patrimonio arquitectónico».

«Desde la Comuna queremos concretar la iniciativa de recuperar el museo y el andén que están deteriorados y en malas condiciones» sostiene Puntonet mientras señala el techo de tejas «Hemos planteado comenzar a trabajar por la cubierta y seguir por las paredes y pintura. Es un gran desafío para desarrollar antes de culminar nuestro gobierno, este 10 de diciembre ”.

Asoma noviembre. El playón ferroviario se entrelaza entre esa promesa en potencia y el silencio esperando la concreción de la renovación. Cuando esto ocurra, Cañada Rosquín cerrará la trama que interpela al ferrocarril entre los extremos que van de progreso o decadencia. Tenemos la vieja costumbre de no invertir en nosotros, en nuestra historia. Invertir con el corazón en defensa del legado enorme de un ferroviario.

Entonces, la mirada de Carlitos y Miryan volverá detenerse orgullosa en todas las formas de vida que se entretejen en torno al ferrocarril.

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