San Martín apeló al impuesto a las grandes fortunas

por Mariano Saravia
El impuesto a las grandes fortunas que se debate actualmente en la Argentina no es algo nuevo ni tampoco algo raro en casos de emergencias como la que estamos viviendo.
El mejor ejemplo es el del Padre de la Patria, José de San Martín, que lo usó en 1815 cuando gobernaba en Mendoza y preparaba el Ejército de Los Andes.
La economía de Mendoza vivía principalmente del comercio con Chile, pero después de 1810 esa fuente de recursos se había cortado. Buenos Aires no mandaba nada y el plan de San Martín debía financiarse solamente con el esfuerzo de los mendocinos y mendocinas.
Los que más aportaron fueron los más humildes, cada uno con lo que podía. Pero San Martín apeló a todos y a los más ricos les tuvo que sacar a la fuerza: expropió burros, caballos, esclavos para el ejército, las joyas a las Patricias Mendocinas y también un impuesto a las grandes fortunas, igualito al que se discute hoy en la Argentina.
Según el historiador Pablo Camogli en su libro “La nueva historia del cruce de Los Andes”, “la realidad es que San Martín recurrió a todo tipo de recursos: contribuciones directas, empréstitos forzosos, multas en dinero o materias primas, castigo en horas de trabajo, expropiaciones y, también, un novedoso impuesto a la riqueza. Así es, estableció un impuesto de 4 reales por cada 1.000 pesos de capital individual, según declaración jurada presentada ante el Cabildo. En el segundo semestre de 1815 este impuesto significó un ingreso fiscal de 13.431 pesos, suficiente, por ejemplo, para pagar un mes de sueldos de las tropas”.
“Son tiempos de revolución”, era la justificación de San Martín para exigir un aporte de los que más tenían.
“No solo la elite local debió contribuir al esfuerzo de guerra, también lo hizo la Iglesia, la institución que poseía las mayores riquezas de la época. San Martín expropió el diezmo, las limosnas y todos los capitales que tenían las iglesias y conventos. Además, claro está, la iglesia era la principal propietaria de esclavos, por lo que su aporte en este rubro fue considerable”, agrega Camogli en su libro.
“Son tiempos de revolución”, repetía San Martín cuando lo criticaban.
¿Qué le habrán dicho en aquel momento los poderosos? ¿Populista, estatista, comunista? Todavía no existían esas categorías.
Lo que sí es cierto que con el tiempo lo acusaron falsamente por corrupción, y al frente de esa embestida estuvo Rivadavia y su séquito de liberales.
Que la historia nos enseñe para saber cómo actuar en el presente.
Mariano Saravia /// periodista historiador